Rutas en familia por Osona: pueblos con encanto a un paso de Vic
Hay comarcas que parecen pensadas para descubrirse sin prisas, con ojos de viajero curioso y ganas de dejarse sorprender.

Hay comarcas que parecen pensadas para descubrirse sin prisas, con ojos de viajero curioso y ganas de dejarse sorprender. Osona es una de ellas. Situada en el corazón de Cataluña, esta tierra combina la serenidad de sus paisajes con un patrimonio que cuenta siglos de historia. Y en cada pueblo aguarda una experiencia distinta, ya sea una calle empedrada que transporta a la Edad Media, una iglesia románica escondida entre bosques o un plato de cocina de montaña servido con orgullo local.

Partiendo de Vic, el centro neurálgico de la comarca, proponemos una ruta para descubrir algunos de sus pueblos más encantadores. Un viaje en familia que invita a observar, caminar y disfrutar de la belleza pausada del interior catalán.

5 pueblos y rincones para una ruta por Osona

Tavertet: suspendido sobre los acantilados

Llegar a Tavertet es comprender de inmediato por qué la naturaleza y la historia se entrelazan tan bien en Osona. El pueblo se asienta sobre una meseta que se precipita abruptamente sobre el río Ter y el embalse de Sau. Desde allí, las vistas son majestuosas: bosques infinitos, acantilados que parecen recortados a tijera y un horizonte que respira calma. Sus calles, repletas de casas de piedra de los siglos XVII y XVIII, conservan intacta esa austeridad elegante que define la arquitectura rural catalana. Pasear por ellas es como adentrarse en un decorado antiguo, donde cada portal esconde historias de pastores y masoveros.

Rupit i Pruit: el encanto medieval

A pocos kilómetros, Rupit despliega todo su magnetismo medieval. El empedrado de las calles, los balcones de madera y las fachadas de piedra crean una postal detenida en el tiempo. El puente colgante, que da la bienvenida al visitante, se convierte en entrada simbólica a un universo tranquilo donde aún se respiran leyendas y costumbres antiguas. Desde el centro histórico hasta el salto del Sallent, la cascada más alta de Cataluña, Rupit ofrece una experiencia que combina patrimonio y naturaleza. Pruit, con sus masías dispersas por el altiplano, añade una capa de autenticidad a la visita: el recuerdo de una época en la que la riqueza se medía en tierras y cosechas.

Vidrà: el refugi verd

Vidrà es el lugar donde la naturaleza se impone con toda su fuerza. Rodeada de sierras prepirenaicas, esta pequeña localidad es una invitación a calzarse las botas y recorrer senderos entre hayedos y prados abiertos. Aquí, el excursionismo se combina con el descubrimiento de ermitas románicas y masías que conservan el alma campesina del país. El puente medieval o los restos del castillo de Milany son testigos silenciosos de una historia que convive en armonía con un paisaje vibrante. Y después de caminar, nada mejor que sentarse a la mesa y degustar platos de cocina de montaña, donde la carne a la brasa y los embutidos de Osona toman todo el protagonismo.

Sant Julià de Vilatorta: modernismo rural

Si hay un pueblo que demuestra que la calma también puede ser sofisticada, ese es Sant Julià de Vilatorta. Fue villa de veraneo de familias acomodadas, y aún hoy su trazado está marcado por elegantes edificios modernistas que dialogan con las fuentes y los bosques de las Guilleries. El pueblo respira tradición —con fiestas populares como las Caramelles del Roser—, pero también es un referente gastronómico de la comarca, gracias a una cocina que apuesta por los productos de kilómetro cero y la reinterpretación creativa de las recetas catalanas. Es el lugar perfecto para perderse entre arquitectura, naturaleza y buena mesa.

Sant Pere de Casserres: espiritualidad entre aguas

La ruta culmina en Sant Pere de Casserres, un monasterio benedictino del siglo XI que se alza imponente sobre un meandro del Ter. El escenario es tan espectacular que casi parece irreal: un risco rodeado por las aguas del pantano de Sau, donde el silencio solo se ve interrumpido por el canto de los pájaros. Las piedras del monasterio, restauradas con esmero, narran la vida de los monjes que lo habitaron y evocan una espiritualidad que aún hoy se percibe en cada rincón. Es uno de esos lugares que conectan a viajeros de todas las edades con una profunda sensación de belleza y recogimiento.

Una escapada para saborear sin prisas

Recorrer estos pueblos es adentrarse en la identidad de Osona: una tierra que sabe preservar su legado histórico, poner en valor sus productos y ofrecer al visitante una experiencia auténtica y memorable. Una ruta pensada para disfrutar en familia, donde cada parada es una oportunidad para aprender, admirar y compartir.

Y para convertir la escapada en una experiencia completa, nada mejor que establecer el campamento base en Vic. El Hotel J. Balmes es el punto de partida ideal: acogedor, cómodo y situado en el corazón de la comarca, para que cada día salgas a explorar y regreses a descansar con todas las comodidades.

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